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jueves, 9 de diciembre de 2010

La chaqueta vaquera tirada por el suelo, y el resto de la ropa perdida por la habitación. Se tira en la cama desnuda, primero boca abajo, y luego boca arriba. Dobla las rodillas y se acaricia las piernas. Se ladea, acercándose las piernas dobladas al pecho y abrazándolas, primero de forma suave, y luego con fuerza. Apoya la frente en las rodillas y suelta un gemido completamente dedicado al dolor que está sintiendo. Y de repente nada, se levanta, busca las bragas y se las pone, busca los shorts y se los pone, busca la camiseta y se la pone. Los pechos se mantienen en su sitio sin necesidad de ningún sostén. coge una camisa sencilla y se la pone. Se enfunda las botas militares y la chaqueta vaquera, arrancando una de las tachuelas medio rota.
-Ya podemos irnos.
Brönte observaba la escena desde la puerta. Desde como se desvestía lentamente, desde que se había tirado en la cama y había dejado de moverse durante media hora, desde que se había levantado con los ojos hinchados de llorar y había vuelto a vestirse con sencillez.
Le mira sonriendo.
-¿Te encuentras bien?
-Perfectamente, ¿por?
Brönte sacude la cabeza y encogiendo los hombros sale del cuarto sin decir nada. Ella le sigue enjugándose las lágrimas.

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